RECENSIE – Anatomía de un escándalo: otra oportunidad fallida para denunciar el abuso de poder hacia mujeres jóvenes 

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¡contiene spoilers! 

A pesar de las buenas interpretaciones y de un comienzo prometedor, la serie Anatomía de un escándalo no consigue hacer una crítica mordaz del abuso de poder y de la violencia contra las mujeres que se produce en la política y en otros ámbitos de la sociedad, como la universidad, que muchas veces albergan a hombres con influencia. Historias similares aparecen en las noticias con demasiada frecuencia, por lo que la serie es relevante y tenía el potencial de hacer una declaración sobre temas sociales importantes. Sin embargo, fracasa espectacularmente al enviar un mensaje totalmente equivocado: de acuerdo a la serie, el abuso sexual es culpa de las mujeres que no dicen “no” con suficiente claridad, además de indicar que una acusación de violación no es tan importante como una acusación de drogas. 

La actuación es fenomenal. 

Un inicio prometedor  

Anatomía de un escándalo es una serie de thriller político y drama judicial de Netflix que se estrenó a principios de este año. La serie arranca con la revelación que James Whitehouse (Rupert Friend), hombre de familia y político prominente, ha tenido una aventura con una de sus empleadas, quien es mucho más joven que él. Solo cuando él y su esposa Sophie (Sienna Miller) parecen haber sobrevivido a las consecuencias, se lanza otra bomba: la amante de James le acusa ahora de haberla violado después de su separación.  

Hay que decir que la actuación es fenomenal: el acusado Rupert Friend, su esposa Sienna Miller y su fiscal Michelle Dockery se convierten en sus personajes. En su personaje, Miller se adentra en los sentimientos más crudos de traición, duda y rabia; Friend es el manipulador perfecto, con la cantidad exacta de encanto, derecho y “mala leche”, mientras que Dockery da vida a la venganza y a la indignación ante su impotencia frente a la arrogancia de Friend. Aunque el diálogo es un poco dramático, la química entre los actores se transmite fuera de la pantalla, y mantienen al público embelesado y especulando sobre la verdad hasta el final.  

Además, la estructura de suspenso de los seis episodios está bastante bien hecha, y expone gradualmente una conducta más amplia de abuso de poder en el derecho. Desgraciadamente, no se hace nada con esta revelación, sino que se limita a afirmarla como un hecho de la vida: los ricos salen impunes. Tal como lo señala el personaje de Miller, “los chicos serán chicos” y, a pesar de los escándalos, sus “futuros dorados” deben ser protegidos.   

El dramatismo del estilo de filmación parece insinuar que un caso de violación y de abuso de poder no es lo suficientemente “jugoso” por sí mismo.

Invalidar la lucha contra violencia contra las mujeres  

El trabajo de cámara, sin embargo, es el punto débil de la serie. Si bien los efectos dramáticos y artísticos ayudan a aumentar la intensidad y el suspenso del espectáculo, los ángulos desorientadores (casi nunca son horizontales) y los enfoques teatrales (como en momentos de realizaciones de algún personaje) dificultan que se tome en serio el tema. El argumento, potencialmente moralizante y capaz de invitar a una reflexión, se reduce a un thriller “de pacotilla”. Por este motivo, no se escucha ni se hace llegar ni siquiera una insinuación de declaración sobre la violencia contra las mujeres. El dramatismo del estilo de filmación parece insinuar que un caso de violación y de abuso de poder no es lo suficientemente “jugoso” por sí mismo. Dado que esa parece ser la conclusión, cabe preguntarse si este es el tipo de tema con el que se debe experimentar televisivamente.   

Anatomía de un escándalo no tiene nada nuevo o de valor que decir.

Anatomía de un escándalo es una serie sobre una realidad drástica y recurrente, pero no tiene nada nuevo o de valor que decir, ya que parece contentarse con simplemente mostrar la realidad como es. Uno de los mayores puntos controversiales de la serie fue el énfasis en la palabra de él contra la de ella durante el juicio: a medida que los abogados y los testigos debaten lo que realmente sucedió, los hechos cambian en las reconstrucciones visuales de la verdad que sólo el público puede ver. Sin embargo, hasta ahí llega la serie: que pierde la oportunidad de hacer o decir algo nuevo o crítico y se limita a aceptar que los hombres con influencia quedan impunes y las mujeres son culpadas por no decir “no” con suficiente claridad y convicción.  

Al final, Anatomía de un escándalo deja que los espectadores que decidan por sí mismos si el modelo de comportamiento de James es la violación y el abuso de poder o no. Es un hombre encantador en el poder y, lamentablemente, la serie no condena ni una sola vez el estado de las cosas. El jurado no condena a James por violación, lo cual no es sorprendente después de la revelación de lo que hizo en la universidad sin consecuencias. Sin embargo, más tarde aparece detenido por deshacerse de las drogas de su amigo en la universidad. En definitiva, el mensaje que se transmite parece ser el siguiente: una acusación de drogas es más grave que una acusación de violación y abuso de poder. Un mensaje claramente equivocado en el actual clima sociopolítico.  

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